
Little Richard firmó con RCA Victor a principios de los años cincuenta, pero su carrera no acababa de despegar. Seguía lavando platos en una estación de autobuses de Greyhound para ganarse la vida. Las cosas cambiaron en 1955, cuando Art Rupe de Specialty Records lo reunió con algunos músicos estelares de New Orleans, incluido el batería Earl Palmer y el saxo Lee Allen. El 14 de septiembre de ese año grabaron ‘Tutti Frutti’, un boogie-woogie que Little Richard había estado presentando en innumerables garitos. Incluía versos lascivos y escándalosos en esa época como “Tutti Frutti / Si no encaja, no fuerces / Puedes engrasarlo para facilitarlo”. Tutti Frutti era gay en la jerga estadounidense —y es que Little Richard ha estado toda su vida jugando con la ambiguedad en cuanto a este asunto—. Por indicación del productor Robert (Bumps) Blackwell, una compositora llamada Dorothy LaBostrie trabajó con Little Richard para adecuar la letra para todos los públicos. Pero no fue tanto la letra como el ritmo y el aullido a uan ba buluba balam bambú, lo que hizo que la canción fuera un éxito. El disco se vendió ampliamente a negros y blancos —e hizo un negocio aún mayor entre los oyentes blancos cuando Pat Boone lo grabó—. Durante los siguientes años, Little Richard fue una estrella al más alto nivel del nuevo rock and roll.
A finales de los años cincuenta, mientras recorría Australia, Little Richard dijo tener una poderosa visión en el cielo que le hizo abandonar el rock and roll, volver a casa e inscribirse en el Oakwood Bible College, en Huntsville, Alabama. En los años siguientes volvió a incursionar en la música, religiosa y no religiosa, pero siempre estaba desgarrado. Cuando Little Richard actuó en el Star Club, en Hamburgo, The Beatles fueron sus teloneros. “Solía leer la Biblia en el backstage, y solo por oírle hablar nos sentábamos allí y escuchábamos”, dijo John Lennon en una entrevista.