El rock es como todo. Siempre hay uno más guapo, uno más alto y otro con más pelo que tú. Así que le pones la cruz y te dedicas a llamarlo de todo. Aunque los Rolling Stones y The Beatles eran más colegas de lo que la prensa quería hacernos creer, Jagger le puso la cruz a McCartney cuando apareció en su fiesta de cumpleaños con el single de Hey Jude/Revolver debajo del brazo y le robó todo el protagonismo. Otras rivalidades parecen de patio de colegio, y algunas más podrían acabar en la Tercera Guerra Mundial. Pero para nosotros, que las vemos desde la distancia, todas nos parecen divertidas.
Y es que entre los propios Rolling Stones, aunque llevasen juntos más años que la orilla del río y se dieran abrazos en todos los conciertos, también han tenido sus más y sus menos. En los 70 Keith Richards estaba opositando para yonqui, mientras Mick Jagger se codeaba con la jet-set. Cuando Richards se desintoxicó —es una manera de hablar— y quiso volver a tener algo de control sobre el rumbo creativo de la banda, se encontró con que Jagger ya lo controlaba todo, y no le hizo mucha gracia. Menos aún le hizo que Jagger intentara lanzar su carrera en solitario mientras la banda seguía en activo. Los Rolling Stones se separaron durante tres años, y volvieron a reunirse, pero eso no quiere decir que no se soltaran puyas a las primeras de cambio. En su autobiografía, Richards definió así a su compañero de correrías: “Tiene la polla pequeña y necesita entrenadores para cantar y para bailar”. Después le pidió disculpas, pero el libro ya estaba escrito y publicado.
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