A una hora de Albuquerque está Santa Fe, una de las ciudades con más encanto de EEUU y una de las que mayor turismo interno recibe. Santa Fe es una ciudad pequeña, situada entre montañas, de aire mestizo y una intensa vida cultural y artística. En la actualidad es un importante destino turístico debido a su buen clima, sus excelentes restaurantes, su entorno natural, ideal para las actividades al aire libre, y su especial fisonomía, una mezcla de culturas —americana, indígena e hispánica— que está presente en la arquitectura, en la comida y en el arte. Algo especial tiene el paisaje de Nuevo México, con sus largos días y sus cielos despejados, así como esa inconfundible fusión de diversas tradiciones, para atraer hasta Santa Fe a artistas como la pintora Georgia O’Keeffe, el escritor Allen Ginsberg o el fotógrafo Ansel Adams.
O’Keeffe y Adams inmortalizaron la inconfundible luz y paisaje de Nuevo México, además de la arquitectura de estilo pueblo de Santa Fe y del cercano Taos, en muchas de sus obras. Durante los sesenta y setenta, Santa Fe y sus alrededores fueron destino de peregrinación del movimiento hippie y la contracultura. No es de extrañar, pues, que un filme clave de esta época y este movimiento, Carretera asfaltada en dos direcciones (Monte Hellman, 1971), sitúe parte de su trama en esta ciudad. En su vagabundeo por las carreteras americanas en busca de conductores a los que retar a carreras para hacer dinero fácil, el Conductor y el Mecánico, dos jóvenes bohemios, encuentran a la Chica, una adolescente que atraviesa el país saltando de coche en coche. Los tres llegan, a bordo de su Chevrolet, a Santa Fe, en cuya plaza del Mercado, centro neurálgico de la ciudad, la Chica pide dinero a turistas y visitantes para, supuestamente, “comprar un billete a San Francisco”.
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