Probablemente Albuquerque no le sonaba a casi nadie fuera de EEUU hasta la aparición de Breaking Bad (Vince Gilligan, 2012). La serie, protagonizada por un apocado profesor de Química convertido en el mayor productor de metanfetamina del suroeste tras saber que padece un cáncer terminal, provocó tal fiebre que los lugares en los que se rodó son objeto de peregrinación entre sus fans.
Hay empresas que ofrecen visitas guiadas por los espacios en los que se movían Walter White (Bryan Cranston), Jesse Pinkman (Aaron Paul) o Gustavo Fring (Giancarlo Esposito), pero quienes prefieran ir a su aire encontrarán fácilmente los lugares más importantes. Por poner solo tres ejemplos, el exterior de la casa de los White está en el número 3828 de Piermont Drive; el lavadero de coches —Octopus Car Wash— que usan de tapadera para sus negocios, en el 9516 de Snow Heights Circle NE. Por último, aunque no menos importante, el restaurante de comida rápida Los Pollos Hermanos, ahora la hamburguesería Twisters, está en el 4257 de Isleta Boulevard SW.
Albuquerque es mucho más que Breaking Bad, es una de las ciudades más importantes de Nuevo México y tiene un hermoso centro histórico —el Old Town— donde se encuentra la construcción más antigua de la ciudad, la Iglesia de San Felipe de Neri, así como numerosos edificios del reconocible estilo pueblo —con formas redondeadas y hechos de adobe—, de influencias hispánicas. Albuquerque cuenta además con una gran cantidad de teatros, galerías, museos —uno de los más curiosos es el dedicado a la energía atómica— y atracciones turísticas, entre las que destaca el teleférico que lleva a lo alto de la cercana Sandia Mountains. El recorrido de la vieja Ruta 66 coincide con el de la actual Central Avenue, donde se encuentran aún en activo míticos establecimientos como el 66 Diner, inconfundible por sus neones, su arquitectura futurista de estilo googie y un mural externo repleto de señales de tráfico y de anuncios de marcas de refrescos.
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