“Él tenía veinticinco años y se peinaba como James Dean. Ella tenía quince e iba a clases de música. Durante un tiempo, vivieron en una casa en un árbol. En 1959, ella miró mientras él mataba a un montón de gente.” Este es el texto que aparecía en el póster original de Malas tierras (Badlands, 1973), la deslumbrante ópera prima de Terrence Malick.
Malick escribió el guión de la película inspirándose vagamente en un suceso real: la huida desde Dakota del Sur hasta las llanuras de Montana de dos jóvenes amantes, Charles Starkweather y Caril Fugate, y el reguero de cadáveres que dejaron a su paso.
Malas tierras es una road movie que podría inscribirse en el subgénero de “amantes criminales a la fuga”. Una de sus características principales es el modo semidocumental en el que captura la belleza del paisaje de Colorado —era un filme independiente y de bajo presupuesto, y el reducido equipo improvisó algunas de las escenas en exteriores porque a Malick le interesaba capturar una determinada luz, en un determinado momento y lugar—. Ademas, toda la película está narrada a través de la voz en off de la adolescente protagonista. Es a partir de su lacónica y ensoñadora voz, repleta de digresiones y cliches de revistas juveniles, como el filme construye su curiosa atmósfera, basada en la contradicción entre la crueldad de los hechos narrados y el tono de cuento de hadas que lo impregna.